{"blocks":[{"key":"6r52q","text":"Argentina 3-Uruguay 0","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":21,"style":"color-rgb(184,49,47)"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"as265","text":"El equipo terminó derrochando energía, convicción y creatividad. Pudo ser goleada memorable. 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Frente a Bolivia, los tres goles de Messi fueron el prólogo del festejo en público por la obtención de la Copa América, un hito que parece haber borrado cualquier cuenta pendiente (del rosarino y del equipo) para inaugurar una relación sin residuos tóxicos, sin facturas, sin reproches mascullados a modo de murmullo de tribuna. Fue barajar y dar de nuevo, y se nota. Bajó la ansiedad de hhinchas y jugadores, y la sobredosis de análisis de la academia dejó lugar a la lisonja y a la licencia para ser feliz. Redescubrimos –y los periodistas nos dieron permiso– que el fútbol puede ser un momento de emociones gratas. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":721,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"3kb6j","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"fnnm3","text":"La victoria contundente ante Uruguay confirma esa tendencia. Extiende el goce, mantiene lejos las introspecciones culposas, el revisionismo, los deditos que acusan y ese tipo de derivaciones crispadas que el fútbol nos depara. Sigue la fiesta. Con el eco del ole que baja de la popular, con Messi encendido y con un rival clásico, molesto, áspero, rendido ante una superioridad indiscutible. Qué más se puede pedir. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":417,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"aq2t4","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"cseed","text":"Incluso esa pausa inocua del cero a cero en Asunción no mereció la mínima alarma. Desde la cresta de la ola, la perspectiva es maravillosa. Hasta se dice a micrófono abierto que, de jugarse ya el Mundial, Argentina sería un gran candidato a campeón. Y está bien: para qué ayunar en tiempos de opulencia. Por qué mezquinar ilusiones. El equipo terminó derrochando energía, convicción y creatividad en el Monumental. Pudo ser goleada memorable. Es memorable igual. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":463,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"6t0j4","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"18mij","text":"Pero, en tren de contar lo que pasó, acaso convenga detenerse en algunas circunstancias y talentos que transforman la historia. Y son los que dan pie a la euforia. Las contingencias que rigen el mundo. O, en términos futboleros, los detalles que marcan las diferencias en un panorama de paridad. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":296,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"1jrcg","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"9506r","text":"La brecha entre Argentina y Uruguay no parecía tan visible en el primer tiempo. Por el contrario, con distintos argumentos, los dos podían aspirar a apropiarse del partido. La selección de Scaloni, mediante el dominio de la pelota, la posesión paciente, a la espera del espacio por donde perforar la defensa enemiga. Uruguay, con menos protocolo, con menos teoría, apostando a la resolución rápida luego de la recuperación. Con Luis Suárez, indomable animal del área, como gran esperanza. Así, los uruguayos, sin tanta corrección política, estuvieron más cerca de ponerse en ventaja. Con tres apariciones de Suárez, un delantero capaz de resolver cualquier incomodidad a la hora de definir, capaz de diseñar rutas al gol donde no hay nada. Una vez el palo, y dos veces Dibu Martínez, con reflejos increíbles y la mano firme, mantuvieron el cero. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":846,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"cimr8","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"flgcs","text":" ","type":"atomic","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[{"offset":0,"length":1,"key":0}],"data":{}},{"key":"8idna","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"a2a78","text":"Primera diferencia entonces: el arquero. Segundo motivo, perdón por la redundancia: Messi. Pero menos por su destreza impar, de la que ya se dijo todo, que por su actitud. Desde siempre –a veces se nota más, a veces menos–, Leo juega de espaldas al resultado. En un ensimismamiento que acaso dice mucho de su genio. Procede más allá de lo que el marcador indica que es oportuno y adecuado. Más allá del sentido común. Como en su apogeo más eléctrico en el Barcelona –aunque con menos respuesta muscular–, intenta en cada pelota la jugada volcánica. La gambeta vertical y seriada, a todo ritmo, o el pase hondo que presagia el gol. Cuando la pelota le llega, pasan cosas. Cosas vertiginosas. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":691,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"d4qta","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"dppt6","text":"Messi, en contra de las recomendaciones vigentes, es impaciente. No se contenta con ese boceto de buen juego –y expresión de dignidad– que es la sucesión de pases laterales. El dominio psicológico producido por la demora. Messi va al hueso. Y de él depende romper el circuito de toques y más toques. Esa acumulación para la estadística que no siempre es elaboración como se dice. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":380,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"1phds","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"d3guc","text":"Tercer personaje clave para sacudir la quietud de las aguas: De Paul. Jugador realmente polivalente, recupera, juega, llega al gol (como en el segundo). Y se anima a salir de la línea de montaje con pases exactos tan efectivos y bellos como las elucubraciones de Messi. Su pegada puso a Lo Celso mano a mano con Muslera cuando el partido estaba cero a cero y Uruguay aguantaba sin sobresaltos. El palo dijo no. De ese mismo pie provino la asistencia –la segunda en la misma jugada– que le permitió a Lautaro Martínez clavar el 3-0. De Paul es la novedad más relevante que introdujo Scaloni en lo que va de su gestión. Es tan importante como Messi. 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","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":578,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"faf5s","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"ecu1","text":"Roto el cero, la selección se agigantó. Y, gran gesto, abordó el segundo tiempo con afán de goleada. No se refugió en la circulación elegante. Construyó de modo legítimo la fiesta, con una performance colectiva muy lucida, en la que sobresalió, entre otros, el infranqueable Cuti Romero. Una fiesta cuyos fundamentos no habría que silenciar con el estruendo del aplauso. 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