{"blocks":[{"key":"4pec8","text":"PERFIL","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":6,"style":"color-rgb(226,80,65)"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"bn63t","text":"Periodismo y Marina, dos mundos a la deriva que Duizeide habitó y, para no derrumbarse junto a ellos, les dijo no. Esta es la segunda parte de su perfil.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":153,"style":"BOLD"},{"offset":0,"length":153,"style":"color-rgb(0,0,0)"},{"offset":0,"length":153,"style":"fontsize-18"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"26m20","text":"---","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"BOLD"},{"offset":0,"length":3,"style":"color-rgb(0,0,0)"},{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-18"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7ju1a","text":"Por Damián Huergo","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":17,"style":"BOLD"},{"offset":0,"length":17,"style":"color-rgb(0,0,0)"},{"offset":0,"length":17,"style":"ITALIC"},{"offset":0,"length":17,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"9r4kv","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"ess5j","text":"El texto más autobiográfico de Duizeide o, en todo caso, el que remite a varios hechos de su biografía está incluído en el libro “Crónicas con fondo de agua: vidas secretas del Río de la Plata”, publicado por Editorial Sudestada en el 2011. La crónica se llama “El Criticón” y tiene como protagonistas a un escritor y a una institución. El nombre del escritor es Charlie Feiling, el de la institución Liceo Naval Militar Almirante Brown.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1,"style":"fontsize-30"},{"offset":1,"length":436,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"37r2q","text":"En “El Criticón” escribe: “Toda biografía es imaginaria. Con las marcas y restos que deja una vida, se arma un relato que intenta dar cuenta de ella. Lo que varía es cómo se busca y se relaciona y se trata esos rastros del biografiado. En algo así andamos ahora, tras los pasos del poeta, crítico y periodista C.E.Feiling. Una estrella rara en los inicios del diario Página/12 de Buenos Aires, que pasó sus primeros años de formación por esta isla: en el Liceo Naval Militar Almirante Brown. Pero acercarme en busca de él a esta plaza de armas, a estos edificios vacíos, a estas paredes derrumbadas que aún no se ven pero ya puedo intuir, es también indagar en mi propia adolescencia, en los cinco años que viví junto al Río Santiago como cadete.”","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":747,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"atfoh","text":"La isla que ronda Duizeide se llama Monte Santiago Oeste, y está recostada sobre el Río de la Plata, por un lado, y el Río Santiago, por el otro, frente a la isla Paulino, en el partido de Ensenada. En ese territorio selvático, húmedo y fangoso, estuvo desde 1947 hasta el 2000 el Liceo Naval Militar Almirante Brown, en el que tanto Duizeide como Feiling y otros ilustres -Willy Crook, Luis Puenzo, Adrian Dárgelos y Michel Peyronel- fueron alumnos.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":450,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"ft3t1","text":"Durante los años de la última dictadura cívico-militar, los aspirantes a ingresar al Liceo Naval se multiplicaron. Menos del diez por ciento de los infantes lograba pasar las revisiones médicas, las pruebas físicas -como natación- y los exámenes de matemática, lengua, historia y geografía. Juan Bautista Duizeide, a los 13 años, fue uno de los pocos que accedió a tal privilegio. Entre los instructores del reclutamiento a los ingresantes de su camada, en febrero de 1978, estaba Charlie Feiling, alumno de quinto año, nombrado brigadier cadete para cumplir tal función.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":571,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"62qlf","text":"—A Feiling lo veíamos gigante como a todos los de quinto año, que eran quienes mandaban. —dice Duizeide, sentado sobre la baranda del muelle isleño de la casa. Era un instructor raro: todos eran musculosos, bronceados, de aspecto deportista, y él era flaco como un cigarrillo, muy pálido, y su voz, entre grave y aguda, se le quebraba a veces en las órdenes. Más allá de todo eso, en la convivencia en la isla de febrero a noviembre, era un personaje. Se decía de él que había ido a Katmandú, que había consumido toda clase de drogas, que leía cosas extrañas.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":559,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"dsd7m","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"497l1","text":" ","type":"atomic","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[{"offset":0,"length":1,"key":0}],"data":{}},{"key":"30cud","text":" Crédito: Leo Vaca.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[{"offset":0,"length":1,"key":1}],"data":{}},{"key":"e1tbk","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"34d9p","text":"Los estudiantes del Liceo Naval estaban toda la semana en la isla: entraban los domingos a la noche y salían los viernes por la tarde. “Presos voluntarios de 13 a 17 años”, escribe Duizeide. Solo dejaban la isla los fines de semana salvo que tuvieran un embarco o fuesen castigados. La vida adentro estaba cronometrada y disciplinada desde el despertar hasta el dormir. La actividad física era agotadora. Sea por la instrucción náutica y el entrenamiento en la pista de pentatlón naval que incluía “obstáculos peligrosísimos”, como por las bromas violentas a los cadetes y los bautismos de los alumnos más grandes a los ingresantes.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":632,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"9454u","text":"La primera semana que pasaban los ingresantes en la isla, bajo el mando de los alumnos de quinto año, se les hacía una advertencia: un loco anda suelto en la isla; un oficial que antaño vivía con su hija, violada por cadetes de primer año que luego la mataron. El ex oficial vivía entre los matorrales, esperando la fecha de ingreso de los nuevos alumnos para concretar su venganza anual. Ese hombre era el Loco Michael. Los ingresantes debían estar atentos y correr si lo veían. Decían que tenía la fuerza del dolor, en vano era enfrentarlo. La primera noche no apareció, cuenta Duizeide. La segunda tampoco. Recién a la tercera escucharon pasos toscos sobre el suelo de madera de los dormitorios, gritos que rompían la oscuridad, órdenes de los alumnos más grandes para que los ingresantes escapen corriendo. Tomado por la desesperación, uno de los púberes ingresantes encaró hacia una ventana con la intención de saltar los cinco metros que lo separaban del suelo.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":967,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"rssm","text":"—Si no le avisaban que era una broma se mataba. —dice Duizeide.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":63,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"dqbp6","text":"El Loco Michael daba miedo. Era una mole renga, gigante, compuesta por una capa negra que cubría dos cuerpos. El de abajo rotaba, en cambio el de arriba siempre era Feiling. —Antes que el autor de libros brillantes, Feiling para nosotros fue el Loco Michael —dice, mirando el agua quieta del arroyo, como si fuese un portal que lleva y trae imágenes del pasado. \t\t\t\t","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":367,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"bqvsu","text":"***","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{"text-align":"center"}},{"key":"la2c","text":"Daniel Ortiz está sentado debajo de una sombrilla blanca y magenta, con el logo de la estación de servicios Axión, en la esquina de Triunvirato y Crisólogo Larralde. El primer sol de la primavera irrumpe radiante, se siente a salvo. Sobre la mesa apoya una carpeta de solapas marrones y un libro ancho: el anuario Proa al mar, una publicación tradicional hecha por alumnos del Liceo Naval, con las biografías caricaturizadas de los integrantes de cada promoción. Acomoda la carpeta y se ata una colita pequeña en la nuca. Daniel Ortiz es abogado, dramaturgo y director de la biblioteca Sudestada en Florida, Provincia de Buenos Aires. Como Duizeide, también es parte de la XXXI promoción que egresó del Liceo Naval en 1982, el año de la guerra de Malvinas.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":756,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"1kbb0","text":"En “El Criticón”, Duizeide se pregunta por qué -con su espíritu anárquico- aguantó una escolarización ultra disciplinada, que coincidió con los años más sangrientos del -autodenominado- Proceso de Reorganización Nacional. En un proceso de indagación mediante la escritura, responde: “con el pasó del tiempo influyó cada vez más el apego a mis compañeros, (...) una tripulación de niños y adolescentes que vivía cosas extraordinarias, siempre al límite de sus fuerzas físicas, intelectuales y morales, con niveles de autonomía -dentro de los rígidos lineamientos de la disciplina militar- inusuales para su edad”.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":612,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7hts0","text":"Daniel Ortiz es parte de la tripulación que acompaña a Duizeide desde su adolescencia. Entusiasmado, recuerda que Duizeide le hacía los exámenes de francés a sus compañeros y a los alumnos de promociones más grandes a cambio de favores. También que se la pasaba en la biblioteca junto a Mariano Estrach -otro de los amigos de tripulación- leyendo los autores que Borges nombraba en sus páginas. También de la devoción que tenía por las clases del Gordo Ferrero, profesor de literatura, amigo de Piglia en su juventud, que les acercaba un programa a contracorriente de las lecturas oficiales. También que jugaba bien al fútbol de delantero. También que tenía una sorprendente “riqueza de vocabulario”. También que todos sabían que iba a ser marinero pero nadie se hubiera imaginado que iba a ser escritor. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":806,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"aji8c","text":"Daniel abre la carpeta: contiene textos, recortes y fotografías. Se detiene en varias imágenes grupales.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":104,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"e5c5t","text":"—Buscalo. —dice, desafiando.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":28,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7h83g","text":"Con el dedo señalo dos o tres rostros, con poco convencimiento. Daniel mueve la cabeza y sonríe.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":96,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"a31sd","text":"—No está en ninguna —dice. Siempre eludía las fotos. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":53,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"b2ib6","text":"***","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{"text-align":"center"}},{"key":"6s2h7","text":"—Vamos a caminar —dice Duizeide.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":32,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"d4kki","text":"La lluvia aún se mantiene en suspenso. Larga unas gotas a modo de preámbulo pero de inmediato se repliega. Sin embargo, el suelo está blando, cubierto de hojas amarillas y partidas. Duizeide se desvía del sendero que bordea el arroyo Gambado. Se sube el cierre de un rompeviento rojo y avanza sin mirar donde pisa. Alrededor suyo, como si estuvieran inventando una danza, van Max y la Osa. Varios metros adelante, el Negro. Duizeide dobla para la izquierda, alejándose del agua, y continúa por el costado de la cancha de fútbol 11 del Recreo El Alcazar. Duizeide va todas las tardes a entrenar a esa cancha. Trota veinte vueltas, hace ejercicios en el centro y termina pateando tiro libres al arco sin red. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":707,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"beuij","text":"—Lujos que me permito por vivir de changas. —dice con la mirada clavada en el Negro, que merodea en las parrillas vacías de los quinchos.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":137,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"424q4","text":"Las changas que hace Duizeide son talleres de escritura, seminarios de lecturas en varias universidades e institutos, traducciones y, cuando la necesidad muerde, clases de kayak. Duizeide no dice “soy freelancer”. Al contrario, frunce la cara cuando escucha tal etiqueta. La considera un consuelo de la clase media para darle “charme” a la precarización laboral que naturalizan en el campo cultural y periodístico.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":414,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"8tsv7","text":"—Me formé y trabajé en dos profesiones anacrónicas, desde los treinta ando a la deriva— dice en un tono bajo, un susurro que simula una fuga y solo se interrumpe cuando se ríe con estruendo o cuando le grita al Negro para prevenir enfrentaientos perrunos. —Yo seguí la escuela de náutica para navegar en buques tramp, que estaban a punto de desaparecer. Mi idea, una vez recibido, era estudiar periodismo para combinar ambos oficios: navegar por distintos mares y ofrecer crónicas escritas durante mis viajes. Pero todo está cambiando.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":535,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"43jua","text":"El mundo de la navegación mercante mutó drásticamente a mediados de los ochenta en adelante. Y particularmente en Argentina, a partir del primer gobierno de Menem: la Argentina tenía una flota mercante compuesta por más de 150 barcos de carga de empresas estatales como YPF y otras privadas. Buques que llegaban a todas partes del mundo. Y, contra lo que afirma el sentido común neoliberal, no daban pérdidas, sino que daban grandes ganancias. Eso fue barrido no de un plumazo, sino a partir de dos decretos de necesidad y urgencia.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":532,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"3oiun","text":"La segunda carrera que estudió Duizeide fue periodismo, en la Universidad Nacional de La Plata. Como periodista trabajó en el experimento que fue La Plata/12, un suplemento regional del diario Página/12 en los noventa; fue editor de la revista del Sindicato de judiciales bonaerenses -vinculado al PC y a sectores independientes de la izquierda- y de la revista Puentes de la Comisión Provincial para la Memoria. También fue productor en televisión de Historias de Vida, conducido por Ana Cacopardo. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":500,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"eh8g6","text":"—Qué decirte del periodismo que no se conozca —dice Duizeide— Un oficio que se convirtió, como adelantara Vargas Llosa en “Conversación en la catedral”, de profesión en resignación.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":181,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"2c24p","text":"Periodismo y Marina, dos mundos a la deriva que Duizeide habitó y, para no derrumbarse junto a ellos, les dijo no.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":114,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"4gluh","text":"***","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{"text-align":"center"}},{"key":"7acmm","text":"Duizeide no conserva ejemplares de las revistas donde fue editor ni de otras que colaboró, como Sudestada, La Pulseada, El Río sin orillas o suplementos de Página/12, Clarín y La Nación.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":186,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"cacak","text":"—Los perdí en la inundación. —dice. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":36,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"6t6qu","text":"El 2 de abril de 2013, en la ciudad de La Plata y sus cercanías, el cielo se puso negro como el lomo de un cuervo. Desde las seis de la tarde hasta las nueve de la noche, llovió continuamente. Según cálculos del Servicio Meteorológico Nacional, cayeron entre 181 y 200 mm de agua. En menos de cinco horas la ciudad se había transformado. Las calles y diagonales parecían canales saturados, los autos se movían dados vueltas, los árboles flotaban como canoas funestas. Sobre los techos, hombres y mujeres abrazaban a niños y perros; el agua angurrienta, musgosa, sucia, había trepado por las paredes de las casas donde habían armado una vida. En total hubo 2200 evacuados. El número de muertos, como en otras tragedias nacionales, fue una cifra en disputa. El juez Luis Federico Arias, responsable de la causa, anunció finalmente que en la inundación hubo “al menos 89 muertos”.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":878,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"efqib","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"alejo","text":" ","type":"atomic","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[{"offset":0,"length":1,"key":2}],"data":{}},{"key":"c4q6r","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"bgq4g","text":"Duizeide no estaba en su casa la tarde de la inundación. Fue al anochecer, en auto, junto a una amiga. Demoraron una hora y media en hacer un viaje de cincuenta cuadras. Su barrio no estaba inundado. Las calles de tierra habían absorbido el agua. El auto lo dejaron en la última calle asfaltada, en un lugar alto de la ciudad. La lluvia era fina pero tenía el pulso de una tregua. En la casa aún no había entrado agua. Empezaron a subir a la mesa principal discos, libros y otros objetos. De golpe, el agua irrumpió voraz: primero cubrió sus pies, siguió con los tobillos, trepó hasta las rodillas. Antes de quedar encerrados por la inundación, se fueron.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":655,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"elsri","text":"El agua bajaba por las calles enlodadas como un torrente de montaña. La fuerza desestabilizó a su amiga. Duizeide alcanzó a agarrarla de un brazo para que el agua no la arrastre hasta el arroyo. Del tirón que le dio, le generó una distensión en el brazo. Continuaron caminando. La amiga gritaba ¡Nos vamos a morir! Las luces todavía estaban conectadas, el viento enloquecido: los cables de luz se movían de lado a lado, amenazado en caer y encender el agua. Llegaron al terraplén donde estaba el auto. El agua cubría las ruedas y los faros. Para su sorpresa, el motor arrancó. Las calles eran piletones. Sin embargo, como si estuvieran alejándose de un fantasma que llegó a tocarlos, los atravesaron.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":700,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"el04l","text":"Al día siguiente, Duizeide volvió a su casa por la mañana. El agua había bajado. Todo lo que no habían logrado subir, estaba perdido.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":133,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"aeb8m","text":"—Nada muy importante. Además de las revistas, de valor solo perdí la computadora y una edición en inglés de “Moby Dick” — dice Duizeide frente al río Sarmiento, mientras abraza al Negro como si fuese un árbol duro y tosco difícil de cortar de raíz. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":249,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"fve09","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"bsjka","text":" ","type":"atomic","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[{"offset":0,"length":1,"key":3}],"data":{}},{"key":"alrmn","text":"Crédito: Leo Vaca.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7ito8","text":"***","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{"text-align":"center"}},{"key":"3gcch","text":"—No insistas, te llevo —dice Duizeide cuando digo que vuelvo en la lancha colectiva, aprovechando que estamos en la parada del Recreo El Alcázar. —Además tengo que darte el libro.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":179,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"35k1u","text":"El libro que nombra es “La muerte de Europa”, que salió hace unas pocas semanas por editorial Caterva. Un libro extraño en la obra de Duizeide, lejos de su territorio, el agua, pero cercano a sus obsesiones: las posibilidades de la lengua, la fuerza y las limitaciones de la poesía, las relaciones de poder en el interior de las instituciones, la brutalidad. Un libro que es una conversación, el género literario que más democratiza la lengua y materializa sus dimensiones performáticas. Las figuras que dialogan son Maradona y Pasolini. Un libro extraño, poético, onírico, hecho por medio de un montaje de frases y versos que más que concluir, como la caída del sol en la isla, parecen desangrarse.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":699,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"b8khp","text":"Mientras espero en el muelle isleño que Duizeide prepare la lancha, abro La muerte de Europa. Al azar, leo una de las tantas frases pasolinianas que incluye: “El rechazo ha sido siempre un gesto esencial. Los santos, los ermitaños, pero también los intelectuales, los pocos que han hecho la historia son aquellos que han dicho que no. (...) El rechazo, para funcionar, debe ser grande, no pequeño, total”.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":405,"style":"fontsize-16"},{"offset":159,"length":244,"style":"ITALIC"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"784os","text":"***","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{"text-align":"center"}},{"key":"abgkg","text":"En el camino de vuelta no hablamos. Duizeide va maniobrando el timón, yo adelante, dándole la espalda. A los costados de la lancha, van chicos y chicas de las escuelas isleñas que practican remo. De frente, a contramano, pasan dos botes y tres lanchas chicas. Es la hora que los isleños vuelven de trabajar en el continente, como llaman a la ciudad que se levanta sobre la tierra. Dice unas palabras que llegan cortadas por el sonido del motor. Solo logro reconstruir:","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":468,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"chu6f","text":"—Los fines de semana esto es un infierno. Se llena de pelotudos que piensan que están en Miami. ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":96,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"e1olm","text":"Los últimos metros hasta el muelle de cemento los hacemos con el motor apagado. Duizeide acerca la lancha de costado y ata una soga en un cabo. Nos despedimos chocando los puños. Desde el muelle veo que hace un semicírculo con un remo. Endereza la lancha y, de un tirón, enciende el motor. Lo acelera al máximo de velocidad que le permite su potencia. De a poco empieza a alejarse del continente. Pasa por el costado de un buque de Prefectura que flota con pereza en un costado. Cuando lo deja atrás, Duizeide, de pie, levanta el brazo: no lo flamea, lo mantiene quieto en el aire neblinoso. Luego, la lancha avanza dejando una estela de espuma y se pierde en el horizonte de agua.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":681,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"cipi5","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"d8m6d","text":"---","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":3,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"62dkk","text":"Damián Huergo ","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":14,"style":"fontsize-12"},{"offset":0,"length":14,"style":"BOLD"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"9avrk","text":"Estudió Sociología, es docente y escritor.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":42,"style":"fontsize-12"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"a38r8","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}}],"entityMap":{"0":{"type":"IMAGE","mutability":"MUTABLE","data":{"src":"https://cdn.feater.me/files/images/109848/8fa76e42-78f2-42ca-9e29-5fc283e24b88.png","height":"auto","width":"auto"}},"1":{"type":"IMAGE","mutability":"MUTABLE","data":{"src":"https://cdn.feater.me/files/images/108149/c23aae3b-dbde-4bb1-bc52-913b35a492fe.jpg","height":"auto","width":"auto"}},"2":{"type":"IMAGE","mutability":"MUTABLE","data":{"src":"https://cdn.feater.me/files/images/108150/252bf210-e664-44ac-803e-1895a618463f.jpg","height":"auto","width":"auto"}},"3":{"type":"IMAGE","mutability":"MUTABLE","data":{"src":"https://cdn.feater.me/files/images/109850/9f165096-ae2d-4674-9042-7222838a0da5.png","height":"auto","width":"auto"}}}}