{"blocks":[{"key":"741pt","text":"El viernes termina Basta de todo, el emblemático programa de Matías Martin en Metro, la radio que marcó una época e inauguró el post rock and pop.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":146,"style":"fontsize-16"},{"offset":0,"length":146,"style":"BOLD"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"6updm","text":"por MAURO LIBERTELLA - FREE SHOT","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":33,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[{"offset":4,"length":16,"key":0}],"data":{}},{"key":"4pd01","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"8cieh","text":"Los ciclos biológicos de la radio duran unos diez años. Antes de ese tiempo prudencial, no alcanza para consolidar eso que llamamos una mística; luego de ese límite, las cosas se empiezan a deshilachar. Crecí escuchando la Rock and Pop de los años 90. Guardo todavía un cassette de la noche del primer concierto de los Rolling Stones en River, en el 95; a pesar de que el propio dueño de la emisora había traído a la banda, la entonces 106.3 no tenía la autorización para transmitir el concierto, asi que pasaban temas de los discos mientras, cada media hora, salían al aire los conductores desde el estadio, cada vez un poco más drogados, como juglares que traían noticias de un reino lejano. Yo era muy chico para ir pero sentía, con la radio pegada al oído, que estaba siendo parte de algo verdaderamente importante, y supongo que si la radio sirve para algo, es para eso. Me acuerdo que, cuando empezó a sonar “Sympathy for the devil”, el Ruso Verea pidió aire y dijo que, ahora sí, se iba a fumar un “conogol”. Mediados de los años 90: la Rock and Pop era el cenit de la juventud, la contracultura, el desparpajo, la libertad. ¿Cuándo se empezó a joder del todo?","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1167,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"aak3l","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"94ojb","text":"Radio Metro llegó, por diseño o por azar, para relevar un poco ese espacio vacante. Basta de todo se emitió por primera vez el 19 de marzo de 2001 y no fue un clásico instantáneo. Al principio estaba Matías Martin solo, contestando mensajes de la gente que migraba muy lentamente de una Rock and Pop en decadencia a una Metro incipiente. Era como un enfermero de la cruz roja que iba recibiendo refugiados con una manta y un vaso de bebida caliente; tenía una palabra amable para cada uno, y esa fue una especie de ceremonia de apertura que duró uno o dos años. En ese lapso gestacional, desembarcó Perros de la calle y de a poco se fue consolidando la grilla. El cambio de época era general y las radios son también válvulas sociales que absorben y retransmiten el humor colectivo. Metro nació con el colapso nacional del 2001 y es la radio de la reconstrucción, del primer kirchnerismo. Sus figuras centrales venían de la Rock and Pop pero en el traspaso soltaron el cinismo y ganaron empatía: la Metro era una radio que escuchaba a los oyentes, que no los boludeaba (bueno, a veces sí) y sobre todo que los contenía. Así se creó un sentimiento comunitario, de pertenencia muy fuerte: en mi circulo de amigos, gente de 20 años de clase media de barrios acomodados, todos escuchaban la 95.1. Si los conductores de la Rock and Pop de los 90 tenían algo “inalcanzable” –era como estrellas de rock con un micrófono, y generaban más idolatría que identificación–, el modelo Metro era el del amigo, el del primo. Esa fue la contraseña: si Rock and Pop era la radio de los que estaban en contra de algo –de los padres, resumiendo–, Metro vino a decir que “el amor vence al odio”, por usar una consigna de época.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1706,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7ej48","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"5ln57","text":"Para hacer lugar a un referente hay que desplazar a otro, y a veces ese proceso puede ser doloroso, incluso violento. La Metro se consolidó definitivamente hacia 2005 –ahí arranca su década virtuosa– y en esos días algunos, los más lentos de reflejos, terminamos de asumir que los rock stars de la Rock and Pop ya habían mutado dramáticamente de jóvenes irreverentes a empresarios de derecha. Mario Pergolini era, por supuesto, el motorman de ese tren fantasma. Años después, lo veríamos a Bobby Flores pidiendo mano dura con Lanata en Canal 13, y yo me acordaría de cuando escuchaba “Guardias a mi”, con el auricular escondido bajo la almohada, hasta quedarme dormido. Siempre algo se rompe cuando aquello que nos formó nos empieza a decepcionar.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":747,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"6kduu","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7uc7c","text":"Quizás por su rol fundacional, Basta de todo se convirtió en el programa emblemático del ciclo Metro y sostuvo ese liderazgo conceptual hasta el último día; a ellos les correspondía, nobleza obliga, ser los primeros en despedirse de la emisora. Es difícil asegurarlo sin miedo al equívoco, pero digamos que los días de gloria del programa empezaron en 2006 cuando Gabriel Schultz –¡el hombre cualquiera!– pasó de la producción al piso y armaron ese trío hiper masculino entre él, Matías Martin y Cabito. Cabito aportaba la guarangada, Schultz el humor negro y el pesimismo alla George Constanza y Matías Martin la calidez y ese carisma medio inexplicable (como todo carisma) que lo volvía el novio ideal para algunas mujeres y el amigo perfecto para algunos hombres. Martin te hacía llorar hablando de sus hijos y media hora después le preguntaba a una modelo si iba “por autopista o por colectora” y todo parecía estar más o menos bien, todo parecía natural y necesario, porque había un grado de honestidad en su tono, en el grano de su voz, para decirlo con Barthes, que hacía que ningún salto fuera un salto mortal.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1118,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"5hkrc","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"6aa8j","text":"Un programa de radio diario es algo que siempre se está a punto de romper, y en esos años fuertes Matías Martin parecía decirnos que esa verdad corría para todos los programas de la Argentina menos para el suyo. Quizás una de las claves de su magisterio estuvo siempre en poder controlar de entrega: la Metro era una radio de hombres que se permitían mostrar sus emociones (¿cuántas veces lloró Andy Kusnetzoff al aire? ¿Alguien puede soportar una vez más a Andy emocionado?), pero Matías Martin “abría su corazón” solo cada tanto, en momentos precisos y nunca a destiempo ni de manera excesiva. Se podría decir que ahi hay un cálculo, algo demasiado programático en esa emoción controlada; como oyente de esos años, prefiero ver ahí algo auténtico, algo genuino o, finalmente, un rasgo de verdadero profesionalismo, eso que define a los animales de radio. También supo desplegar mejor que nadie esa suerte de axioma tácito de la Metro: si estás contento, si estás triste, si tenés un problema, si estás harto, contalo al aire. Si volviéramos a escuchar con lupa todos los programas de Basta de todo, quizás comprobaríamos que en realidad Matías Martin no contó tantos detalles de su vida y, sin embargo, persiste la sensación de que los que los escuchamos durante diez años lo conocemos íntimamente, como se conoce a un amigo, a un hermano.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1341,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"3a8f4","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"eom3j","text":"Asi como Basta de todo tardó un par de años en afianzarse y encontrar su estilo, el declive fue paulatino, casi imperceptible pero sin remedio. Durante la entrega de los Premios Eter de 2011, Malena Pichot hizo un stand up breve, seis minutos incendiarios sobre la radio argentina donde decía algunas cosas que algunos oyentes no nos terminábamos de animar a decirnos a nosotros mismos. “Las chicas que llaman a Basta de todo y ellos les piden que hablen como bebotas….¡y ellas lo hacen! ¿Por qué? Y además una pregunta, chicos: ¿qué es lo que les calienta de una chica hablando como una prostituta de cuatro años? ¿Qué les pasó? ¿Los violó su maestra de jardín?”, soltaba ahí, frente a los conductores de la radio, que se revolvían en su asiento cuando la cámara los ponchaba. Creo que en aquellos años muchos nos estábamos preguntando si no éramos, digamos, unos pajeros que festejaban secciones como la papeleta. Una radio es un espejo. Otros se preguntaban qué era eso que ocurría con Rafa de Villa Domínico: ¿se reían de él o con él? La respuesta está soplando en el viento.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1079,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"7gnml","text":"","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[],"entityRanges":[],"data":{}},{"key":"5fmtt","text":"En 2013, cuando sobrevolaba la impresión de que los programas de la Metro se estaban convirtiendo fatalmente en covers de sí mismo, con conductores que ganaban fortunas y ya estaban demasiado lejos de ese grupo de oyentes que decían integrar, empezó a salir al aire Nacional Rock, que traía feminismo, indie y militancia, y que luego derivaría en Futurock. Y en marzo de 2015 apareció Radio con vos, que era política y un lugar donde muchos nos empezamos a sentir más interpelados. La generación de oyentes de Metro cumplían 30 o 40 años y los intereses empezaban a cambiar. Algunos programas siguieron insistiendo con sus mismos estribillos, esos que sabemos todos y que cantamos un poco de memoria; otros, como Basta de todo, probaron cambiar de piel: se fue Cabito con escándalo, entró Malena Guinzburg para no desatender el cupo femenino. Muchos ya habíamos emigrado a otros rincones del dial y no podíamos mirar atrás pero no porque Basta de todo hubiera cambiado y no lo pudiéramos soportar, sino porque nosotros habíamos cambiado, y la radio, como dijimos, es un espejo. Si escuchara ahora un fragmento de ese Basta circa 2007, que no me perdía jamás, sentiría la misma mezcla de emoción y espanto que siento cuando me veo en una foto vieja y se me cae del techo la frase de Rimbaud: yo es otro.","type":"unstyled","depth":0,"inlineStyleRanges":[{"offset":0,"length":1302,"style":"fontsize-16"}],"entityRanges":[],"data":{}}],"entityMap":{"0":{"type":"LINK","mutability":"MUTABLE","data":{"url":"https://panel.flowlikemusic.com/channel/24-la-agenda-revista/contenido/3841-mauro-libertella","targetOption":"_blank"}}}}